“Aunque era consciente del
magnetismo que existía entre ellos, ella se empeñaba en afirmar que su corazón
era de hierro. Aquella magia invisible los atraía al centro de un vórtice del
que no sabían que encontrarían una vez dentro. Era una fuerza que podían sentir,
pensar e incluso recordar. Les transportaba al pasado de manera brusca, y les
provocaba mareos en el corazón. Por desgracia no era la única fuerza a la que
se veían sometidos y por tanto, la resultante de la suma de todas ellas no
alcanzaba la dirección que en ferviente secreto sus dos corazones deseaban que
aquello tomase. De esa manera se creaba un movimiento oscilante que, de manera
periódica, les acercaba y separaba del centro del vórtice. Él, instruido en
materia de las ciencias sabía que muchas variables construían aquella delicada
situación, pese a que desconocía lo que ella pensaba. Lo que ella sentía solo
podía leerse en un pergamino hecho con fibras de corazón que guardaba
cuidadosamente en el búnker de hierro situado en la parte izquierda de su pecho.”
-Microcuento